domingo, 21 de julio de 2013

El libro de mis amigos, Henry Miller



Debo confesar que buena parte de la libertad que entraña el saber estar solo la adquirí después de convertirme en escritor. Antes, también yo buscaba siempre con quien charlar. Más de uno pensará que debiera ser al contrario, que después de alcanzar la fama el mundo entero se postraría a mis pies. Eso ocurrió al principio; pero pronto aprendí a sacudirme de encima a adulones y parásitos. No; casi todo el material de mis libros- gente, lugares, sucesos- es anterior a mi época de escritor. Hoy, lo que más me gusta es pasear entre la multitud sin ser reconocido, o en todo caso, reconocido por gente modesta: una camarera, una doncella, personas así. O bien, como me ocurría en Francia, ser reconocido por un carnicero o un panadero y tras indicarme que aguardara unos instantes viniera con un montón de mis libros en brazos y me pidieran con sencillez que estampara un autógrafo en ellos.


 

Alec no alcanzaba a comprender que un individuo pudiera esperar tanto tiempo ignorado de todos. Queria resultados palpables y rápidos. Según él, un genio como Van Gogh, que no logró vender en vida ni un solo cuadro, era además de un genio un perfecto imbécil. Desde su punto de vista más le hubiera valido pintar rótulos o paredes que vivir a costa de su hermano

¨Por aquellos días yo era capaz de leer ininterrumpidamente horas y horas. Más adelante, cuando empecé a escribir en serio, ni se me pasó por la cabeza malgastar el tiempo leyendo a pleno día. Leer se me antojaba casi pecaminoso. Extraño cambio de perspectiva, ciertamente, pero en el proceso que me llevó a convertirme en escritor habia experimentado muchos cambios en mi forma de ver las cosas. El caso es que, durante la época a que me estoy refiriendo, leer era como un lujo que me permitía y en el que sólo entraban unos pocos escritores¨

¨Pese a ello jamás nos telefoneábamos ni escribíamos más que tres o cuatro cartas al año. Eran las suyas unas cartas convencionales de principio a fin, pero su escritura, el trazo de la letra, me conmocionaban más que si la tuviera delante¨

En su mayoría las personas nacen ciegas, sordas y mudas. Piensan que si adquieren lo que se ha dado en llamar ¨cultura¨repondrán las facultades de que carecen. Así, aprenden a recitar de carrerilla nombres de escritores, compositiores, actores, etc., y suplen en ello lo genuino y verdadero. Muchos, por ejemplo, conceden gran importancia a las conferencias, pues estiman que es una forma cómoda de absorber cultura, término del que siempre he recelado.

¨Escribí montones de páginas que no llegaron a ver la luz. Finalmente escribí con el nombre de ella y me aceptaron algunos trabajos, aunque la racha no duró mucho¨

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