viernes, 1 de febrero de 2013

Anaïs Nin


Carta a un escritor que preguntó: ¿Por qué se escribe?

Esta es una pregunta a la que puedo contestar fácilmente, ya que me la he hecho muchas veces a mí misma. Yo creo que escribimos porque tenemos que crear un mundo en el que podamos vivir.
Yo no podía vivir en ninguno de los mundos que se me ofrecieron: el mundo de mis padres, el mundo de Henr Miller, el mundo de Gonzalo o el mundo de las guerras. Tuve que crear un mundo mío, como un clima, un país, una atmósfera en que yo pudiera respirar , reinar, re-crear lo que la vida destruía. Esta es, creo yo, la razón de toda obra de arte. El artista es el único que sabe que el mundo es una creación subjetiva, que hay que hacer una elección, una elección de elementos. Es una materialización, una encarnación de su mundo interior. Luego espera atraer a otros hacia él; espera imponer esta visión particular y compartirla con otros. Cuando no alcanza la segunda fase, el artista animosamente, sigue sin embargo hacia adelante. Los pocos momentos de comunicación con el mundo valen la pena, porque al final es un mundo para otros, una herencia para otros, un regalo para otros. Cuando hacemos un mundo tolerable para nosotros mismos hacemos un mundo tolerable para otros.
También escribimos para aumentar nuestra conciencia de la vida, escribimos para atraer y encantar y consolar a otros, escribimos para llevar una serenata a nuestros amantes. Escribimos para paladear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva. Escribimos para poder trascender nuestra vida, para llegar más de ella. Escribimos para aprender a hablar con los otros, para registrar el viaje a través del laberinto, escribimos para ensanchar nuestro mundo cuando nos sentimos asfixiados, constreñidos, solos. Escribimos como los pájaros cantan, como los primitivos realizan sus danzas rituales. Si no respiramos escribiendo, entonce sno escirbamos. Porque nuestra cultura no necesita nada de esto. Cuando no escribo siento que mi mundo se encoge. Siento que estoy en la cárcel, que pierdo mi fuego, mi color. Debería ser una necesidad como el mar necesita la marea. Yo lo llamo respiración.

Diario V
pag 192

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